Uno de los temas del que más escucharás hablar durante la peregrinación será sobre el conflicto palestino-israelí, una realidad compleja. No es no es el objetivo más importante del viaje a Tierra Santa, pero hemos de hacernos al menos una somera idea. Es el problema que sufre del país y uno de los más graves en nuestro mundo.
Algunos mitos desmontar
En primer lugar, vamos a desmontar algunos mitos que Israel y el mundo occidental propagan con frecuencia. Hemos de adquirir criterios intelectualmente sólidos y no vivir de afirmaciones sin fundamento racional. Reconocer los mitos que subyacen en el conflicto palestino-israelí y despojarlos de su carga simbólica nos ayudarán a desmontar el engranaje que permite la situación de injusticia y miseria que sufren muchos y despejar obstáculos que impiden una solución del problema.
El derecho divino y ancestral de los judíos sobre Palestina
Son ciertamente muchos los pasajes bíblicos que afirman que Dios concedió a Israel y a sus descendientes la tierra que hoy afirman ser de su propiedad. Dejamos algunos a modo de ejemplo:
“A tu descendencia he dado esta tierra, desde el río de Egipto hasta el río grande, el río Éufrates”. (Génesis 15,18).
“Yo soy Yahveh, el Dios de tu padre Abraham y el Dios de Isaac. La tierra en la que estás acostado te la doy para ti y tu descendencia”. (Génesis 28,13).
“Dijo Yahveh a Moisés: Anda, sube de aquí, tú y el pueblo que sacaste de Egipto, a la tierra que Yo prometí con juramento a Abraham, a Isaac y a Jacob, diciendo: A tu posteridad se la daré. (Éxodo 33, 1-3).
El mencionado relato bíblico desempeña un papel muy importante en la narrativa judía para justificar que la tierra en se asientas es de ellos por mandato de Dios. Lo que no puede justificarse ni histórica ni racionalmente ni desde una concepción no deformada de la historia y de la imagen de Dios. Es una historia fabricada, un mito sin ningún valor racional.
La Biblia es una recopilación de relatos que fueron escritos por diferentes autores a lo largo de cientos de años en los que narran sus experiencias religiosas, sobre todo la gran experiencia de que Dios les acompañaba y sostenía. Dichos documentos son, por tanto, “experiencias místicas” simplemente, afirmaciones religiosas de carácter subjetivo, que no tienen ningún valor como documentos históricos y menos desde la perspectiva jurídica. Cualquiera desde su visión religiosa personal podría proclamar ser poseedor de un determinado país. ¡Peligroso!
Es, por otra parte, una afirmación que difícilmente podrá sostener un no creyente.
¿Desde un concepto racional de Dios podríamos admitir que Dios va regalando tierras a capricho? Por supuesto, es algo que va en contra de la razón y, para una concepción cristiana, es trata de una imagen deformada del Dios de Jesús, Padre universal, más allá de pueblos, razas y religiones.
Podríamos añadir, incluso, que la afirmación de que Dios dio la tierra de Israel al pueblo judío está en contradicción con la narraciones del libro del Éxodo que mencionan la conquista hebrea de ciudades habitadas por cananeos, heteos amorreos, ferezeos, heveos y jebuseos. Deja fuera de lugar su pretensión de ser la Tierra un “obsequio” de Dios.
¿Cómo nace el conflicto palestino-israelí?
El origen del conflicto palestino-israelí no está en el Antiguo Testamento ni en la cruel matanza de Hamás el el 7 de octubre del 2023, sino en la formación de un movimiento etno-nacionalista a finales del siglo XIX que decide crear un Estado judío en un territorio donde existía una sociedad árabe autóctona. El sionismo fue una respuesta al virulento antisemitismo vigente en Europa. El movimiento sionista, incluso, no contó en sus comienzos con el apoyo de los rabinos ortodoxos. Consideraban que interfería en la voluntad de Dios. Juzgaban que la voluntad de Dios era retener a los judíos en el exilio hasta la llegada del Mesías. El sionismo era para muchos judíos, a su vez, una ideología que ponía en cuestión la lealtad de los judíos alemanes, franceses o ingleses a sus propios países. Paradójicamente, quienes brindaron los primeros apoyos al sionismo fueron los cristianos evangelistas británicos, que juzgaban que el “retorno judío” suponía el cumplimiento de la promesa divina del fin de los tiempos, el regreso del Mesías. En verdad, tras estas visiones religiosas, se ocultaba el antisemitismo existente, que quería vaciar Europa de judíos. Cuando el ministro de Asuntos exteriores británico Arthur Balfour, prometió en 1917 a Lionel Rothschild un hogar nacional para los judíos, a pesar de su aparente gran generosidad, no lo propuso establecer en Escocia, su lugar de nacimiento. La “Declaración Balfour” está considerada como la fuente de legitimidad política y jurídica más importante para el establecimiento de los judíos en Palestina.
Con la Declaración Balfour, el Gobierno británico entregó la decisión de su recomendación a las recientemente establecidas Naciones Unidas. El resultado fue dividir Palestina en Estados Árabes y Judíos Independientes y el Régimen Internacional Especial para la Ciudad de Jerusalén.
Declarada la independencia de Israel, 14 de mayo de 1948, comenzó la colonización de Palestina, mediante una limpieza étnica, matando y aterrorizando a la población local. Había que expulsar por todos los medios a los intrusos. Alrededor de 500 aldeas palestinas fueron destruidas por la Haganah, el ejército de los colonos judíos y 750.000 palestinos, expulsados por la fuerza. Los trabajos de investigación de los nuevos historiadores judíos, recogida en ensayos como La limpieza étnica de palestina de Ilan Pappé (Editorial Crítica) y El muro de hierro de Avi Shlam (Editorial Almed), dan cuenta pormenorizada de esa estrategia. Como señala Pappé, “el hecho de que los expulsores fueran recién llegados al país y formaran parte de un proyecto de colonización hace que el caso de Palestina se asemeje a la historia colonialista de limpieza étnica de las Américas, África y Australia, donde los colonos blancos cometieron tales crímenes en forma rutinaria”. En la actualidad, como sería muy difícil utilizar esos métodos, lo que se quiere es provocar el éxodo de modo indirecto, aumentando las dificultades de vida a los árabes establecidos en los territorios ocupados en Jerusalén Este, Franja de Gaza y Cisjordania, tras la Guerra de los Seis Días en 1967. En su momento se evitó una anexión formal de esos territorios porque hubiera conducido a un Estado binacional sin mayoría judía. Los esfuerzos de los supremacistas judíos para forzar la “transferencia” de palestinos se manifiestan en la ocupación de viviendas palestinas en los barrios de la Ciudad Vieja de Jerusalén, en las innombrables matanzas en Gaza y en Cisjordania, en los miles de heridos y presos y en la constante la destrucción de casas como castigo por manifestaciones o reivindicaciones diversas.
La defensa legítima a los ataques en Gaza y en Cisjordania
Según Israel, el Estado judío estaría haciendo, siempre, uso del derecho a su legítima defensa, respondería respondiendo con ataques desde u otros puntos de Palestina. Lo suyo siempre se defensa legitima. Los palestinos no tienen derecho a defenderse. En realidad lo que Israel viene haciendo es destruyendo metódicamente las infraestructuras en Cisjordania o Gaza. Recientemente, fue destruido el edificio de la Universidad Islámica, que contenía una biblioteca y aulas, al igual que varios centros escolares, centros de salud, puentes y carreteras, centrales eléctricas, antenas de radio y de televisión. Israel justifica oficialmente estas acciones con el argumento de que el grupo terrorista Hamás utiliza civiles como “escudos humanos”. Desde la perspectiva del derecho internacional, el argumento defensivo israelí es insostenible. Según el Convenio de Ginebra de 12 de agosto de 1949, constituye infracción grave a sus disposiciones “dirigir intencionalmente ataques contra bienes civiles, es decir, bienes que no son objetivos militares” o “lanzar un ataque intencionalmente, a sabiendas de que causará pérdidas de vidas, lesiones a civiles o daños a objetos de carácter civil o daños extensos, duraderos y graves al medio natural que sean claramente excesivos en relación con la ventaja militar general concreta se prevea”. Por consiguiente, desde la ley internacional, aún en el supuesto no probado de que se utilicen civiles como “escudos humanos”, esto no autoriza a disparar sobre esos mismos civiles. En el caso de Gaza, tampoco debemos descartar –dada la magnitud del daño inferido– que esté en el ánimo de los militares israelíes aterrorizar a la población civil. Se trataría de inferir una suerte de castigo colectivo a los habitantes de Gaza para que se rebelen contra los lanzadores de cohetes. Actualmente se ha abierto un proceso en el Tribunal Penal Internacional, tanto contra Hamás como contra el Estado de Israel, por crímenes de guerra similares a los actuales cometidos en los enfrentamientos de 2014.
Dos pueblos sufriendo y recorriendo irracionalmente un callejón sin salida
Esto es el conflicto palestino-israelí: dos pueblos sufriendo, con heridas sangrantes en toda su piel y sin futuro de ser curadas, vistas las las sendas por las que caminan. Dos pueblos aparentemente predeterminado a vivir en una violencia a la que les empuja su pasado ético, que les destruye: “Ojo por ojo y diente por diente”.
“Ahora ve y derrota a Amalec. Conságralo al exterminio con todo lo que posee y no lo perdones, mata a hombres y mujeres, niños y pequeños, vacas y ovejas, camellos y asnos”. (Netanyahu, el 28 de octubre de 2024, en una referencia tomada del Deuteronomio, evocaba la implacable lucha contra los amalecitas, llamados a ejercerla contra Gaza)
“Combatid por la causa de Allah a quienes os combatan…. Y mátalos dondequiera que los pilles… Si te atacan, mátalos” (Al-Corán 2:190-191)
Israel y Palestina son dos pueblos con un pasado cruel de violencia y sufrimiento que les lastra a la hora de lograr sus objetivos como pueblo y que están tercamente empeñados en continuar por los mismos derrotero de manera irreflexiva e irracional. Saben que con la violencia no han logrado sus objetivos de vivir como pueblos en paz y dignidad. Conocen, por experiencia propia vivida en sus propias carnes, que la violencia es anacrónica en nuestro mundo y sin resultados positivos, y tozudamente pero siguen en ello, sin querer hollar nuevos caminos. Se lo dijo a los judíos su conciudadano Jesús de Nazaret: “El que a espada mata a espada muere”. Y ni caso. Se lo recuerda a los musulmanes, día tras día en el Corán que recitan, su profeta Isa, el hijo de la señora María: «Habéis oído que se os dijo: ojo por ojo, diente por diente; pero yo os digo: no resistáis con violencia al que hace el mal». (Mateo 5,38). Y oídos sordos.
Algunos considerarán nuestra velada propuesta como un “horizonte para soñadores”. Nosotros creemos, sin embargo, que solo si estos pueblos cambian de rumbo, podrán vivir humanamente y con dignidad. Pero más aún, tenemos la certeza de que un día la sensatez alcanzará a nuestro mundo y triunfara, la revolución deseada por tantos. From the river to the sea everyone will be free. ¿Un sueño? ¿Imposible? En fechas no muy lejanas al presente violento, Gandhi y Mandela lograron superar el apartheid que sus países sufrían. Experimentaron nuevos caminos. "¡Sueñen. Hay que soñar. Sueñen"!, solía repetir del papa Francisco